Muchos autores clasifican la motivación de distintas formas, la
motivación puede nacer de una necesidad que se genera de forma
espontánea (motivación interna) o bien puede ser inducida de forma
externa (motivación externa). La primera, surge sin motivo aparente, es
la más intensa y duradera. Por ejemplo, la primera vez que observamos
una actividad deportiva y quedamos tan impresionados que sentimos la
necesidad de integrarla en nuestras vidas. A partir de ese instante,
todo gira alrededor de dicha actividad y poniéndola en práctica sentimos
un placer que nos empuja a realizarla, hasta que momentáneamente, queda
satisfecha la necesidad de llevarla a cabo. Si, además, obtenemos un
resultado apetecible (éxito, reconocimiento, dinero, etc.), ello
reforzará, aún más, nuestra conducta de repetir dicha práctica. Pensemos
que no todo el que lleva a cabo una actividad lo hace con el ánimo de
destacar, ganar o ser el mejor. Es más, si el único objetivo fuera ganar
y la continuidad de la acción dependiera del triunfo, posiblemente solo
unos pocos seguirían practicando, evidentemente, los ganadores.
Existe otro tipo de motivación interna que no surge de forma espontánea, sino, más bien, es inducida por nosotros mismos. Es aquella que nos autoimponemos por algún motivo y que exige ser mantenida mediante el logro de resultados. Se trata de una motivación vacía que difícilmente se sostiene a menos que se consigan resultados apetecibles. Muchos estudiantes renuncian a cursar una carrera que les gusta porque piensan que una vez convertidos en profesionales no ganarán el dinero que desean y se plantean cursar otra carrera porque confían en alcanzar un elevado nivel de vida. Su motivación responde a una necesidad ajena a los estudios y que se basa en un supuesto imprevisible, por depender del siempre cambiante mercado laboral. No sienten la necesidad de aprender para colmar un deseo de conocimiento, sino que DEBEN estudiar para terminar la carrera y poder ganar dinero. Cuando las largas noches de estudio comienzan a hacerse insoportables, cuando llegan los primeros suspensos, cuando llegan las primeras dudas, es entonces cuando comienzan a recapacitar y posiblemente, a arrepentirse de la decisión adoptada.
Existe otro tipo de motivación interna que no surge de forma espontánea, sino, más bien, es inducida por nosotros mismos. Es aquella que nos autoimponemos por algún motivo y que exige ser mantenida mediante el logro de resultados. Se trata de una motivación vacía que difícilmente se sostiene a menos que se consigan resultados apetecibles. Muchos estudiantes renuncian a cursar una carrera que les gusta porque piensan que una vez convertidos en profesionales no ganarán el dinero que desean y se plantean cursar otra carrera porque confían en alcanzar un elevado nivel de vida. Su motivación responde a una necesidad ajena a los estudios y que se basa en un supuesto imprevisible, por depender del siempre cambiante mercado laboral. No sienten la necesidad de aprender para colmar un deseo de conocimiento, sino que DEBEN estudiar para terminar la carrera y poder ganar dinero. Cuando las largas noches de estudio comienzan a hacerse insoportables, cuando llegan los primeros suspensos, cuando llegan las primeras dudas, es entonces cuando comienzan a recapacitar y posiblemente, a arrepentirse de la decisión adoptada.
Partiendo de esta introducción y segun referencia se puede decir que la motivación se clasifican en:
- Intrínsecos y extrínsecos.
- De contenido y de contexto.
- Inmediatos y a largo plazo.
- Positivos y negativos.
- De deficiencia y de crecimiento.
- Materiales y espirituales.
- Conscientes e inconscientes.
- Individuales y colectivos.
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